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patas, apoyada de canto en el borde del escritorio, bastaba querer abrir la
puerta para que cayera al suelo. El 18 salió al pasillo para ensayar, y
Oliveira sostuvo la silla para evitar el ruido. Empezaba a molestarle la
presencia amistosa del 18, que de cuando en cuando entornaba sus ojos verdes
de una hermosura maligna y quera contarle la historia de su ingreso en la
clnica. Cierto que bastaba con ponerse un dedo delante de la boca para que
se callara avergonzado y se quedara cinco minutos de espaldas contra la
pared, pero lo mismo Oliveira le regaló un atado nuevo de cigarrillos y le
dijo que se fuera a dormir sin hacerse ver por Remorino.
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 Yo me quedo con usted, doctor  dijo el 18.
 No, andate. Yo me voy a defender lo ms bien.
 Le haca falta una Heftpistole, yo se lo dije. Pone ganchitos por todos
lados, y es mejor para sujetar los piolines.
 Yo me voy a arreglar, viejo  dijo Oliveira . Andate a dormir, lo mismo
te agradezco.
 Bueno, doctor, entonces que le vaya bonito.
 Chau, dorm bien.
 Atenti a los rulemanes, mire que no fallan. Usted los deja como estn y
ya va a ver.
 De acuerdo
 Si a la final quiere la Heftpistole me avisa, el 16 tiene una.
 Gracias. Chau.
A las tres y media Oliveira terminó de colocar los hilos. El 18 se haba
llevado las palabras, o por lo menos eso de mirarse uno a otro de cuando en
cuando o alcanzarse un cigarrillo. Casi en la oscuridad, porque haba
envuelto la lmpara del escritorio con un pulóver verde que se iba
chamuscando poco a poco, era raro hacerse la araa yendo de un lado al otro
con los hilos, de la cama a la puerta, del lavatorio al ropero, tendiendo
cada vez cinco o seis hilos y retrocediendo con mucho cuidado para no pisar
los rulemanes. Al final iba a quedar acorralado entre la ventana, un lado del
escritorio (colocado en la ochava de la pared, a la derecha) y la cama
(pegada a la pared de la izquierda). Entre la puerta y la ltima lnea se
tendan sucesivamente los hilos anunciadores (del picaporte a la silla
inclinada, del picaporte al cenicero del vermut Martini puesto en el borde
del lavatorio, y del picaporte a un cajón del ropero, lleno de libros y
papeles, sostenido apenas por el borde), las palanganas acuosas en forma de
dos lneas defensivas irregulares, pero orientadas en general de la pared a
la izquierda a la de la derecha, o sea desde el lavatorio al ropero la
primera lnea, y de los pies de la cama a las patas del escritorio la segunda
lnea. Quedaba apenas un metro libre entre la ltima serie de palanganas
acuosas, sobre la cual se tendan mltiples hilos, y la pared donde se abra
la ventana sobre el patio (dos pisos ms abajo). Sentndose en el borde del
escritorio, Oliveira encendió otro cigarrillo y se puso a mirar por la
ventana; en un momento dado se sacó la camisa y la metió debajo del
escritorio. Ahora ya no poda beber aunque sintiera sed. Se quedó as, en
camiseta, fumando y mirando el patio, pero con la atención fija en la puerta
aunque de cuando en cuando se distraa en el momento de tirar el pucho sobre
la rayuela. Tan mal no se estaba aunque el borde del escritorio era duro y el
olor a quemado del pulóver le daba asco. Terminó por apagar la lmpara y poco
a poco vio dibujarse una raya violeta al pie de la puerta, es decir que al
llegar Traveler sus zapatillas de goma cortaran en dos sitios la raya
violeta, seal involuntaria de que iba a iniciarse el ataque. Cuando Traveler
abriera la puerta pasaran varias cosas y podran pasar muchas otras. Las
primeras eran mecnicas y fatales, dentro de la estpida obediencia del
efecto a la causa, de la silla al pioln, del picaporte a la mano, de la mano
a la voluntad, de la voluntad a... Y por ah se pasaba a las otras cosas que
podran ocurrir o no, segn que el golpe de la silla en el suelo, la rotura
en cinco o seis pedazos del cenicero Martini, y la cada del cajón del
ropero, repercutieran de una manera o de otra en Traveler y hasta en el mismo
Oliveira porque ahora, mientras encenda otro cigarrillo con el pucho del
anterior y tiraba el pucho de manera que cayese en la novena casilla, y lo
vea caer en la octava y saltar a la sptima, pucho de mierda, ahora era tal
vez el momento de preguntarse qu iba a hacer cuando se abriera la puerta y
medio dormitorio se fuera al quinto carajo y se oyera la sorda exclamación de [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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